1962/02/23 > ¿En pleno siglo XX?

1962/02/23 > ¿En pleno siglo XX?


Farode Vigo, 23/02/1962.


Una vez más ha pasado el peligro. Puede serque los santones hindúes se hallan equivocado al emplear el "Zodíaco Fijo" en lugar del"Zodíaco Móvil" -habitual en Europa" de lo cual resultó que situaron ocho astrosen conjunción en Capricornio en vez de seis en Acuario, con ausencia de Saturno y Marte lo cual debe suponeruna diferencia muy estimable y benéfica. O tal vez hayan sido los sacrificios y plegarias de los propiossantones la causa de nuestra salvación. En todo caso los vaticinadores llevaban las de ganar, como quiendice "Cara gano y cruz pierdes".

Yo quisiera, sin embargo, que no dejase de atribuirseuna parte del éxito al simpático acto propiciatorio de U Un, primer ministro de Birmania, que tuvola feliz idea de poner en libertad a tres bueyes, tres cerdos, nueve cabras, sesenta gallinas, sesenta patos, cientoveinte palomas, nueve pajaritos, doscientos dieciocho cangrejos y ciento veinte peces. Lástima que no lohubieran imitado muchos otros primeros ministros, que quizá estuvieran haciendo cosas menos inofensivas.

Ha declarado, y con toda razón el eminenteastrónomo Fred Hoyle que nadie dejará de creer en la astrología por muchas veces que se manifiestensus errores. Pero es justo reconocer que se nos pide actualmente que creamos cosas aún mucho másdifíciles e inconcebibles, como, por ejemplo, la teoría de la "creación continua"propugnada por el propio profesor Hoyle. ¿Dependerá esta vitalidad de la astrología como afirmaun comentarista inglés, de que los humanos, especialmente los seres "inseguros", necesitan magia,o de que en una época de ansiedad y de sensación de impotencia individual cualquier cosa -inclusola posibilidad de la catástrofe que lo soluciona todo- viene a ser un alivio?

¿O es que el subconsciente, pese a todanuestra ilustración, sigue dominando oscuramente nuestra conciencia? El hecho es que pocos -hindúeso no hindúes- serán los que con plena sinceridad puedan decir que jamás rinden tributo a algunasuperstición…

Uno de los hombres de ciencia que, al producirselos tenebrosos vaticinios de los santones, se hallaban en la India para observar el reciente eclipse de sol, manifestósu indignación ante el espectáculo de ignorancia y fanatismo que se estaba dando en pleno siglo XX.Su protesta puede ser aceptable desde un punto de vista científico pero no tiene realmente nada de genuinamentecientífica. Porque, ¿qué quiere decir eso de "en pleno siglo XX" ¿Quiénesy dónde, son los que viven actualmente en pleno siglo XX? ¿Es que la humanidad, como tal, ha vividojamás en las condiciones correspondientes a su cómputo del tiempo? ¿En qué proporciónde la superficie terrestre, o de sus habitantes, se vive hoy a un nivel comparable, en cuanto a valores fundamentales,incluso con el mundo clásico de hace dos mil años? ¿No es verdad que hoy mismo los destinoshumanos se hallan sometidos a la solución de los problemas de los países "subdesarrollados"?y lo que es igualmente significativo, aún dentro de cada país relativamente "desarrollado"-con raras excepciones-, ¿qué proporción de sus habitantes viven "en pleno siglo XX"?La verdad es que en nuestro tiempo, como en todos y hasta en cada uno de nosotros, coexisten siglos e incluso coexistenedades, y que junto al avión supersónico, el cerebro electrónico y el satélite espacialsobreviven elementos que cabría calificar de neolíticos.

No pretendo, con todo esto, decir nada nuevo.Estos son los lugares comunes. Sin embargo, en muchas ocasiones los que gobiernan los destinos de la Humanidadactúan como si fuese verdad, moral y materialmente, que vivimos en pleno siglo XX. Y de ahí provienenno pocos de los errores y tragedias que ensombrecen nuestros días.

El admirable Chesterton acertó, como tantasveces, al observar que hasta tiempos relativamente recientes ninguna época había pensado en denominarsepretenciosamente a sí misma "Edad Moderna". Es posible que un poco más de modestia y unpoco menos de vanidad contribuyesen a hacer que nuestro pequeño planeta fuese algo más habitablepara todos…

P. R. Castro.